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“UN MILLÓN DE VECINOS AFECTADOS EN LA ZONA NORTE DEL GRAN BUENOS AIRES”

lunes, abril 07, 2008



Un fallo condena a la provincia de Buenos Aires a sanear la contaminación provocada por una empresa. Dudas para un millón de vecinos.



El 10 de marzo, el Tribunal de Trabajo Nº 1 de San Isidro –integrado por los jueces Juan Carlos Reyes, Nieto Freire y Julián Rampo Lescano Cameriere– dictó un fallo inédito en el que condenó a la provincia de Buenos Aires a realizar un procedimiento de resanación del daño ambiental causado por la empresa Diacrom –de cromado duro– en el suelo y la napa de su planta industrial, de Carapachay, que afectaría la calidad del agua que toman alrededor de un millón de vecinos de la zona Norte.

La sentencia calificó de “deficitario” el estado de conservación del acueducto que abastece de agua potable a la estación elevadora de Villa Adelina y ordenó la realización de obras e inspecciones a las empresas que realizan el control del agua potable “a los efectos de prevenir toda posibilidad de que se agrave la contaminación del agua distribuida por AySA a los habitantes de Vicente López, San Martín, San Isidro, San Fernando y Tigre”, apunta el dictamen judicial.

El fallo implica un aval para un recurso de amparo presentado por la Fundación Ecosur, a través de la lucha que comenzó María Luz Ledesma –que vive a cuatro cuadras de Diacrom– cuando contrajo cáncer de mama. El gobierno bonaerense apeló el fallo que ahora se encuentra en la Cámara Contencioso Administrativa de San Martín.

Más de un millón de pobladores están tomando agua contaminada con una sustancia altamente cancerígena como es el cromo”, asegura el abogado Mariano Aguilar, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas y quien presentó el recurso de amparo en diciembre de 2006.“

El fallo es abiertamente novedoso en la jurisprudencia del derecho ambiental porque probó la contaminación e indicó la obligación del Estado de repararla. Lo inédito es que condenó al gobierno de la provincia de Buenos Aires a establecer un control sobre la calidad del agua y a iniciar las reformas y el saneamiento de la red con fondos que le tiene que exigir al estado nacional”, dice.

La sentencia indica que las reparaciones y controles tienen que comenzar a ejecutarse aunque, por ahora, nadie puso manos a la obra porque el fallo debe ser confirmado. “El gobierno de la provincia de Buenos Aires no sólo no hizo nada, sino que apeló. Es grave que los responsables de cuidar a la sociedad para que no nos intoxiquemos y no tengamos cáncer no solamente no nos cuiden, sino que además se resistan a cumplir una orden judicial”, critica Aguilar.

BROCKOVICH EN CARAPACHAY. María Luz y Emilia se cruzaban y comentaban el precio de los tomates o hablaban del sol o el frío. Pero en 1997, a las dos vecinas el cáncer les dio un golpe y empezaron a retarse si se pescaban levantando las bolsas de las compras (esfuerzo que los médicos les habían prohibido) o a contarse en la parada del colectivo cuántas sesiones de quimioterapia les quedaban.

Pero la coincidencia se empezó a multiplicar por la vereda de Almafuerte, en Carapachay. Ya no eran María Luz y Emilia. También dos jóvenes: Gladys y Leandra (una mamá de 24 años) aparecieron con la noticia del cáncer. En su propia casa, su marido –Adriano Bossi– sumaba un nuevo caso.

María Luz dejó, en 1982, su departamento en Tucumán y Carlos Pellegrini para fundar un hogar junto a su marido y sus hijos. “Quería vivir más sana”, recuerda sobre el puntapié de su vida de ama de una casa con platos que se escapan de la cocina y se cuelgan en las paredes, un jardín con lugar para la pileta y un bordecito de pasto al que le llueven flores lilas y el lujo escondido de una planta de granadas. Pero con un agujero enorme que María Luz no podía ver: el agua de la canilla. No tan clara.

Emilia, Gladys y Leandra fallecieron. Ella y su marido se recuperaron. “No iba a quedarme de brazos cruzados, en cuatro cuadras éramos 19 personas con cáncer y 16 murieron”, asegura María Luz, que pudo probar judicialmente que ella tenía cromo en el cuerpo. Y que, según ella, se lo había tragado a través del agua que su canilla daba. “Mi cáncer fue por contaminación.”

A partir de ese momento, empezó a llenar el living de una causa que hizo suya: la necesidad de limpiar el agua. La historia de Ledesma, que ahora tiene 56 años, tiene puntos en común con la de Erin Brockovich, la abogada estadounidense que ganó un conflicto con una empresa energética acusada de contaminar el agua del pueblito californiano de Hinkley y de generar una conspiración para ocultar la contaminación. Esa historia fue personificada en el cine por Julia Roberts y le otorgó a ella –y a los habitantes de Hinkley– la suma de los 333 millones de dólares que lograron al ganar el conflicto judicial con la empresa.

Once años después de iniciar su batalla, María Luz vive la primera luz verde judicial. “Tengo sensación de alivio. Un fallo de esta índole no puede pasar inadvertido –se esperanza–. La empresa Diacrom se tiene que trasladar a un lugar donde deje de contaminarnos y envenenarnos.”

La napa está saturada



La empresa AySA tendría que entregar dos sachets de un litro de agua, por día a un millón de vecinos de la zona Norte mientras no se anulen las infiltraciones en la napa”, asegura Pablo Schickendantz, el ingeniero electromecánico que se convirtió en una pieza clave de la causa por la contaminación del agua.

Diacrom ha saturado de cromo la napa que, a la vez, penetra en las fisuras que se han producido en el río subterráneo. El agua que ingresa de la napa es el 7% del total del agua entregada a la gente y esas infiltraciones las facturan como si el agua la hubieran potablilizado. Mi opinión es que debería hacerse otro río subterráneo ya que el existente puede colapsar –propone–. Ya se han perdido demasiados años causando a la gente un daño tal vez irreparable.”

Schickendantz se convirtió en asesor técnico de Aguas Argentinas, donde encontró la falla que terminaba en la falta de pureza del agua potable. “En 1995 descubrí el lugar donde se infiltraba cromo desde Diacrom hacia el ‘Río Subterráneo’ que va a la Estación Elevadora de Villa Adelina que alimenta de agua a un millón de habitantes.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) fija como límite en la concentración de cromo del agua de consumo 50 microgramos de cromo por litro (0,050 miligramos por litro) y se entiende que la ingestión de cromo por encima de estos límites es precursora de cáncer. “Mientras lo pude estudiar, el agua superó los 50 microgramos varias veces. Más claro, hay que echarle cromo”, dice Schickendantz.

Para AySA no hay problema



No hay problema para que la gente tome agua en Vicente López, San Isidro ni en ningún lado donde hay agua de red. La que pasa por los caños de AySA tiene los niveles de calidad que indican el marco regulatorio y las guías de agua potable”, asegura Adriana Lauro, vocera de AySA. “No sabía que la señora (por María Luz Ledesma) dice que tiene cáncer por tomar agua."

El agua no puede traer ningún problema para la salud, ninguno. Eso sería un horror. Niego rotundamente que el agua pueda producir cáncer o esté contaminada. Qué pasa con el aire, con la tierra, o con los acuíferos que circulan en el Gran Buenos Aires escapa a nuestro control.” En relación a la causa judicial, dice: “No somos acusados ni parte de la causa. Sí hemos informado que verificamos que subió el nivel de cromo, pero nunca superó los 50 miligramos por litro, que es lo aceptable”.

CRÍTICA DIGITAL.
EDICIÓN DEL LUNES 7 DE ABRIL

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posted by Frente Amplio Unen Vicente López, 6:59